Con Los Ojos Bajos by Tahar Ben Jelloun

Author:Tahar Ben Jelloun
Language: es
Format: mobi
Tags: Dramática
Published: 2010-08-09T22:00:00+00:00

Victor es rechoncho. Cuando nos aprieta la mano nos la machaca. Dicen que es muy viejo, pero su piel no debería tener arrugas; parece que es una enfermedad. Está sentado en una silla plegable y espera. Lleva tiempo esperando. Mantiene los ojos abiertos con un sistema de hilos transparentes.

Los tiene muy rojos. No dice nada, fuma cigarrillos baratos y escupe, de vez en cuando, en el suelo. Acuden moscas y cubren el escupitajo amarillento. Algunas moscas se mueren en el acto, otras se quedan chapoteando en esa espuma microbiana. Victor no deja colillas. Se fuma el pitillo hasta el último milímetro. Tiene el labio inferior quemado. Ya no es de color rojo, sino pálido, con manchas negras.

No sé de dónde viene. Un día, mientras estaba pensando en mi historia, llegó con su silla de tijera y se sentó allí, sin que nadie lo invitara.

Se impuso; ni tan siquiera excusarse o decir algo. Desde entonces no puedo evitar toparme con él. Lo he llamado Victor por su estatura y su tristeza.

Pero hay otros personajes que tienen la suerte de no verlo. Él no solamente los ve y los conoce, sino que puede impedirles que huyan o se escapen de mi historia. Él pone en orden mis ideas. Y así, el otro día, impidió a Rebeca que se fugase, bloqueándole la salida. Ella dice llamarse Rebeca, pero su verdadero nombre es Rabea.

Es una chica insolente. Sólo tiene trece años, bebe cerveza, fuma cigarrillos americanos y se cita con los muchachos en un garaje abandonado.

Querría ser actriz, hacer de mujer fatal y morir en plena gloria, como Marilyn. Es capaz de realizar este sueño. Por el momento va tropezando, con impaciencia y rabia. Dice que no quiere saber nada, que ella no está para papelillos en un guión barato.

Para calmarla un poco le he prestado mi bici. Da vueltas con ella y así gasta energía. Lo que ella quiere es raptar a Rachid, un guapo muchacho de veinte años que dice llamarse Richard; y marcharse con él a América.

Pero Victor no quiere. A mí me da igual. Esa niña me fastidia. No sé cómo sacármela de encima. Me la encontré en el barrio. Al principio ella me provocaba con su insolencia, rompía lo que hallaba a su paso.

Luego la olvidé en una esquina. Victor es el que se ocupa de ella.

Al otro extremo del muro, Yassin, que se hace llamar Yac, vive de sus sueños. Parece que va pegado a sí mismo y sigue, por donde va, a su sombra de la pared. Sus sueños no llegan muy lejos: ser rico, pasear en limusina con chófer, ser dueño de discotecas a las que él entraría por la puerta de servicio, para huir de las hermosas mujeres que acudieran a proponerle sus encantos a cambio de algún trabajillo en su local; salir sólo de noche, vestido de negro, dar órdenes con una simple mirada o, si acaso, con un chasquido de dedos. Haría unos viajes extraordinarios y se compraría una calle en Miami y le cambiaría el nombre: se llamaría Yac Street.

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